El fuego no limpia, ennegrece. {Katrina}

Frío y oscuridad. Eso era el aura que desprendía casi siempre mi figura.

Llevaba puestas unas botas negras, altas y de cuero, que hacían eco contra la piedras del camino. Mas el resto de la vestimenta se componía también de unos pantalones negros, una camisa y chaleco a juego, de tonos negros que diferían poco el uno del otro. Pero más que caminar, paracía que me estaba deslizando con sigilo entre las sombras del bosque.

Aquella noche tenía una misión, si podía llamarla así. Debía ir al bosque e inspeccionarlo, para nada en concreto, un simple reconocimiento del paraje. Gracias a mi memoria podía recordar cada detalle, cada camino. Era fundamental quedarse con cada detalle en el menor tiempo posible, sin dar cabida a dudas. Era una noche tranquila, a pesar de que algunas nubes se empeñaban en seguir poblando el cielo, existían claros que dejaban a los astros observarnos desde su distancia medida en años luz. Me fui adentrando en el lugar. Me agaché y toqué la tierra del suelo, estaba húmeda. En medio de la vegetación, el clima se volvía más frío, lo recordaba de aquellos días en los que estaba completamente vivo, en aquellos días en los que mi prima estaba viva. A penas tenía aliento, pero el vaho de mi cuerpo se condensaba en neblina en mitad del bosque.

De pronto se escuchó ulular a un búho, el batir de alas y el movimiento de las hojas cuando el aire se colaba entre ellas para jugar, para maltratarlas. Era un lugar muy tranquilo, tanto como oscuro, pero para nada lúgubre. A muchos podría parecerles siniestro, ¿cuántas historias de miedo tenían por escenario un lugar como este? En ocasiones, lo más bello y lo que más nos atormenta. Me seguí adentrando en la espesura. Cada vez se veía menos, ni la propia luz de luna podía penetrar entre las grandes y robustas ramas que forjaban un techo silvestre y natural. Pero a mí no me hacían falta linternas, no… Total, si lo que quería era perderme, ¿Para qué llevar algo que me podía ayudar a encontrar el camino de vuelta a casa?