Entre jadeos -Libre-

Las clases de cirugía habían terminado temprano, el profesor tuvo una de esas charlas de los inmunodepresores en pacientes que sufrían problemas cardiopulmonares y como controlarlo después de una operación de trasplantes.
Había tenido clases mucho más pesadas y haberme estudiado las 52 páginas pertenecientes a los 2 primeros capítulos fue como estar en la gloria.
La única forma de librar mi estrés, era definitivamente hacer deporte ¿Y qué mejor que nadar?.
Dejé mis cosas en mi habitación, no me gustaba ir a casa, por lo que prefería quedarme en los dormitorios, era algo personal, no es como si me importase en lo más mínimo, aún así le daba la importancia necesaria como para evitar el tema.

El campus estaba como siempre, abarrotado de los "zombies" universitarios, todos eran chicos ricos, sin neuronas, con su único centro de pensamiento ubicado en la entrepierna y en el hígado propenso a la cirrosis.
Sus comentarios se los llevó el viento, a penas y podía escucharlos en medio del bass que retumbaba en mis orejas. Amaba mis skullcandy's.

Ingresé al área en donde se encontraba la piscina, a estas horas, estaban la mayoría en clase, y los del equipo de natación comenzaría sus prácticas dentro de unas horas, suficiente para dejarme descargar toda la frustración que llevaba.
Ser la hermana menor no era cosa sencilla, y ese era mi pensamiento mientras ingresaba al vestidor de damas y me ponía mi traje de baño de una pieza. ¿O qué? Creíais que iba a desfilar como toda una "niña bien" con trajes de dos piezas, mostrando mi ombligo?. No, gracias, yo pasaba de eso.

Guardé mi maleta y la dejé en el casillero #9, mi número favorito. Habían 3 personas en la piscina, una de ellas, era alguien tan molesto como una apendicitis convertida en peritonitis.
Andrew Flexon, una persona molesta y que siempre estaba ardido conmigo por no ser tan....¿refinada? como mi hermana. Se veía que no conocía a Mia.

-Vaya, que lindo día...-murmuré, para mí misma, mientras me estiraba y luego bajaba mis googles, poniéndome en posición y seguidamente, dar un clavado, atravesando la fina capa de agua, hundiéndome en la piscina.
Empecé a brasear y a surcar los 25, los 50, los 75 hasta los 100 metros de la piscina olímpica con un leve y casi imperceptible jadeo, apoyándome en el borde de la misma, para cuando unos pies se asomaron descalzos frente a mí.